Entre bosques y palacios. Siente la magia de Sintra.

 

Si le preguntas a un portugués que en que lugar de su país habría más posibilidades de encontrarse con un duende, un hada o una princesa con su caballero, absolutamente todos contestarían: en Sintra.

 

En esta pequeña ciudad y en el paisaje que la circunda, declarado todo ello Patrimonio de la Humanidad, converge el gusto por la buena arquitectura con los paisajes de ensueño. Todo en ella parece haber sido construido para servir de decorado para un cuento infantil. Sus palacios, jardines, callejuelas o castillos se funden en un todo, salido de la imaginación de un niño.

 

En general las fachadas de las casas tienen tonos pastel, lo cual sirve para relajarse mientras se suben las empinadas calles de la ciudad. Es cansado recorrerla a pie, pero merece la pena. Para los menos valientes existen calesas en las que descubrir los bonitos rincones de Sintra en un romántico medio de transporte.                                                                                     

 

                                                  

                                    

                                           

Figura 1.- Pelourinho y torre de la Cámara Municipal. (Foto del autor).

 

El caserío que forma la ciudad está disperso por la ladera de la Sierra de Sintra. Se puede decir que los monumentos se reparten en tres zonas: la baja, donde se encuentran bonitas casitas, un pelourinho y algún palacete; la Vila Velha, con el Palacio Real por estandarte y estrechas callejuelas llenas de encanto; y en la cima de la montaña: el fantástico Parque y Palacio da Pena.

 

La parte baja del caserío que compone Sintra está dominada por las pintorescas calles que rodean a un pelourinho. Aquí se sitúa la Cámara Municipal, que se aloja en un bellísimo palacete de indudable estilo manuelino. Grandes mansiones y casonas de los más diversos estilos arquitectónicos aparecen rodeadas de coquetos jardines.

 

A medida que se sube por el empinado camino, el viajero se encuentra envuelto por una gran masa forestal donde surgen a un lado y a otro, impresionantes casonas. Ahora bien, toda la atención siempre irá, se quiera o no, al estrambótico Palacio Nacional de Sintra. Bueno, más que al palacio, a su inmenso par de chimeneas cónicas, que con el paso del tiempo se han hecho tan famosas, que forman parte imborrable de la visita a la ciudad.

 

                                                      

Figura 2.- Famosas Chimeneas. (Foto del autor).

 

La entrada al Palacio, muy recomendable,  cuesta 5€, gratuita para los estudiantes. Este colosal monumento se comenzó a construir allá por el siglo X y, desde entonces, todos los estilos arquitectónicos pasaron factura a sus muros. Muchas son las salas que componen el palacio, unas algo sosas, otras tan recargadas que hacen daño a la vista, pero en general poseedoras de una belleza única. La Sala de los Cisnes, la Sala Árabe, la Sala de los Blasones… son los nombres de algunas habitaciones, pero es la Sala de las Urracas la que guarda la más hermosa leyenda.

 

Cuentan unos, inventan otros que, a espaldas de la Reina, el Rey rondaba a una bella dama. En acto de cortesía el soberano dio un “inocente” beso en la mejilla de la mujer y, acto seguido, las charlatanas damas de la corte corrieron arduas a difundir lo ocurrido. El rey afirmó que obró “para bien” y como venganza mando representar en el techo un gran numero de urracas, que representan a las cotillas cortesanas, sujetando con el pico la inscripción”Per Bem”junto con una rosa. Otras fuentes indican que no fue un beso, sino una rosa lo que regaló el rey a la dama, y de ahí que se represente cada urraca con una rosa. Bonita leyenda palaciega…

 

                                

Figura 3.- Techo de la Sala de las Urracas. (Foto del autor).

 

Punto y aparte del palacio es su cocina, de donde parten sus inmensas chimeneas. Sala de grandes dimensiones, es fácil imaginar los manjares que se guisaron en las perolas de cobre que se exponen. No menos deliciosos serían los asados, que al juzgar por el tamaño de las varas metálicas donde insertaban la carne, serían bien abundantes.

 

Callejear por lar rúas que rodean el Palacio es muy recomendable. La Torre del Reloj o  la Iglesia de São Martinho son algunos de los monumentos más importantes. Aquí se encuentran varios museos o tiendas y restaurantes donde saciar la sed, la consumista claro.

 

Ahora empieza la subida. Dependiendo de tu fuerza de voluntad, deberías ir andando, que seguro que es la mejor opción si dispones de tiempo. Para los que tenemos siempre prisa, el coche es nuestro sino, pero siempre acuérdate de aparcarlo a medio camino, porque luego es literalmente imposible.

 

                                

Figura 4.- Castillo de los Moros. (Foto del autor).

Seguramente este camino es una de las sendas más bellas que existen en Portugal. La espesa vegetación, formada por eucaliptos y otras especies de repoblación, hace que el frescor del bosque te rodee de inmediato. Varias mansiones de ricos actuales golpean al monte, hiriendo su ladera, a veces con acierto arquitectónico, otras con desidia humana.

 

Casi en la cima de la montaña, se encuentra el primero de los fabulosos monumentos que coronan la cima. El Castelo dos Mouros, originario del Siglo VII, protege con sus sólidas murallas un nada y un todo ya que hace mucho tiempo que dejó de ser útil su finalidad defensiva.

                           

Figura 5.- Palacio da Pena. (Foto del autor).

 

En la cima, en lo más alto, donde el caminante llega casi exhausto, ahí, ahí se encuentra el más colosal de los monumentos de Sintra. Parece que el fantástico Palacio da Pena quiere mirar con altiva soberbia todo el paisaje que le rodea, olvidándose por completo que su origen fue un humilde convento.

 

Este Palacio-Castillo, parece salir de un cuento Disney y es sin duda la máxima representación del romanticismo del siglo XIX en Portugal. Sus almenas, torreones y baluartes defensivos, conviven en desigual armonía con una bonita capilla o con recargadísimas portadas. Los tonos pastel aquí también hacen acto de presencia, incrementando más aún el ideal romántico. Las panorámicas desde sus almenas son bellísimas, merece mucho la pena dedicar un buen rato a la contemplación sosegada de la naturaleza. En el interior del palacio se alberga un buen muestrario de muebles del siglo XIX, obras de arte, muestras de azulejería portuguesa…

 

                              

Figura 6.- Bella panorámica desde el castillo.

 

Hay que aclarar que este exceso de lujo fue creado como capricho del esposo de la reina María II. Don Fernando de Saxe Coburgo-Gotha, por medio de su arquitecto, el barón Ludwig von Eschwege, hizo sus extravagancias realidad al comprar esta propiedad en 1838. Cual rey rico, no se conformó con su palacio, sino que todo el inmenso espacio natural fue modificado para construir un grandioso parque donde conviven estatuas de guerreros, lagos, capillas o hermosas fuentes. Todo este valioso patrimonio, es accesible al público general mediante el pago de una entrada que cuesta 11 €.

 

Es mucho el patrimonio que descubrir en Sintra, pero quería hacer un inciso desde mi humilde opinión: todo necesita una inyección económica para iniciar una buena restauración. El patrimonio se degrada con el tiempo, y para que no se pierda, hay que cuidarlo. A veces, una simple mano de pintura, haría resaltar más aún la impresionante belleza de este rinconcito de Portugal.

 

                                                                        juanma

 

 

Biliografía:

“Guía Total. Portugal”. Ed. Anaya Touring Club.

 

Podéis ver más fotos en mi álbum Región de Lisboa (Portugal): http://jmduende.spaces.live.com/photos/cns!457D141A2FED1A10!4570/?startingImageIndex=266&commentsExpand=0&addCommentExpand=0&addCommentFocus=0&pauseSlideshow=0

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